miércoles, 28 de abril de 2010

Recuerdo haber leído un tratado de estética y semiótica del arte hace algunos años; en él se hablaba acerca de la pertenencia de una obra, entre otras cosas, en resumen se decía que una obra era en principio autoría de su creador, pero pertenece o se debe a un colectivo o sociedad, ya que gracias a ello el autor contaba con las herramientas necesarias para la construcción de la belleza. Sin el lenguaje artístico que lo precede, sin la experiencia colectiva de un pueblo toda obra de arte no podría ser posible.
En contra posición, al llegar a la universidad y estudiar la carrera del derecho, estudie los preceptos que rigen las normas del derecho de autor y las miles de forma de su explotación; dando una bofetada a aquello de que el arte pertenece al pueblo por principio básico de retribución cultural; convirtiendo de cierta manera al arte en elitista y clasista (por lo menos a nivel legal).
Yo nací en 1981, no conocí en persona a los héroes y mártires de la revolución de mi pueblo, sin embargo recuerdo haber llorado de niño cuando mi madre me explicaba la canción de las mujeres del Cua, recuerdo haber reído y sentir esperanza y alivio con la marimba y el acordeón de Mejía Godoy, luego del terror que dejaba los suspiros del Black Bird.
Yo conocí a Sandino, a Carlos, a Pomares, y a todos los héroes caídos por la liberación nacional, también conocí los procesos históricos de alfabetización y vacunación y muchas cosas más y todo esto gracias las canciones escritas por los hermanos Mejía Godoy, pancasan y el dúo guardabarranco. Esta es otra oportunidad más para el pueblo nicaragüense de mostrarse digno y altivo, de reclamar lo que es suyo y lejos de cualquier lucha política de individuos y aun frente a los derechos de autoría, en principio y por dignidad, la música compuesta por estos grandes cantautores, a quien todos queremos y respetamos (por que nos representa como pueblo con sus creaciones) nos pertenece.
Oscar Borge Mejía
Poeta y abogado

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